DEVOCIÓN A LA
VIRGEN NIÑA
NOVENA DE LA NATIVIDAD
Santa Ana concibe a la Virgen María
de Jean Bellegambe (1467-1535) |
ORACIÓN INICIAL.¡Oh María Santísima! elegida y destinada ab
eterno por la augustísima Trinidad para Madre del unigénito Hijo del Padre,
anunciada por los Profetas, esperada de los Patriarcas, y deseada de todas
las gentes; Sagrario y Templo vivo del Espíritu Santo, sol sin mancha, porque
fuisteis concebida sin pecado original, Señora del Cielo y de la tierra,
Reina de los Ángeles; nosotros humildemente postrados os veneramos, y nos
alegramos de la solemne conmemoración anual de vuestro felicísimo Nacimiento;
y de lo más íntimo de nuestro corazón os suplicamos que os dignéis benigna
venir a nacer espiritualmente en nuestras almas, para que cautivadas estas
por Vuestra amabilidad y dulzura, vivan siempre unidas a Vuestro dulcísimo y
amabilísimo Corazón.
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I. Ahora con nueve distintas
salutaciones contemplaremos los nueve meses que estuvisteis encerrada en el
seno materno; diciéndoos que oriunda de la real prosapia de David, salisteis
con grande honor a luz de las entrañas de Santa Ana vuestra afortunadísima
madre. Avemaría.
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II. Os saludamos, oh Niña Celestial, paloma candidísima de pureza, que a
despecho del infernal dragón fuisteis concebida sin pecado original. Avemaría.
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III. Os saludamos, oh Aurora brillantísisima, que como precursora del Sol
de Justicia, trajisteis la primera Luz al mundo.
Avemaría.
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IV. Os saludamos, oh Elegida, que,
cual sol sin mancha alguna, despuntasteis en la noche más tenebrosa del
pecado.
Avemaría.
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V. Os saludamos, oh bellísima luna,
que iluminasteis al mundo envuelto en las más densas tinieblas del
gentilismo. Avemaría.
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VI. Os saludamos como a esforzada
amazona, que sola, a manera de un numeroso ejército, pusisteis en fuga a todo
el infierno. Avemaría.
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VII. Os saludamos, oh hermosa alma de María, a Quien Dios poseyó desde la
eternidad.
Avemaría.
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VIII. Os saludamos, oh amada Niña, y veneramos Vuestro Santísimo Cuerpecito,
los sagrados pañales en que fuisteis envuelta, y la sagrada cuna en que
estuvisteis acostada, y bendecimos el punto y momento en que nacisteis. Avemaría.
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XI. Os saludamos finalmente, oh amada Niña, como adornada de todas las
virtudes en grado inmensamente más elevado que los otros Santos, y que, hecha
digna Madre del Salvador, y habiendo concebido por virtud del Espíritu Santo,
paristeis al Verbo encarnado. Avemaría.
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ORACIÓN FINAL. ¡Oh graciosísima Niña! que con Vuestro
feliz Nacimiento habéis consolado al mundo, alegrado al Cielo y aterrado al
infierno; habéis dado ayuda a los caídos, consuelo a los tristes, salud a los
enfermos y alegría a todos; os suplicamos con los más fervorosos afectos que
renazcáis espiritualmente con Vuestro Santo Amor en nuestras almas; renovad
nuestro espíritu para que os sirvamos, encended de nuevo nuestro corazón para
que os amemos; y haced florecer en nosotros aquellas virtudes con las que
podamos hacernos siempre más agradables a Vuestros benignísimos ojos. ¡Oh
María! Sed para nosotros María, haciéndonos experimentar los saludables
efectos de Vuestro suavísimo Nombre; sírvanos la invocación de este Nombre de
alivio en los trabajos, de esperanza en los peligros, de escudo en las
tentaciones, de aliento en la muerte. Sea el Nombre de María como la miel en
la boca, la melodía en el oído, y el júbilo en el corazón. Así sea.
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